A I N A L C  
Asociación de Investigadores/as AfroLatinoamericanos/as y del Caribe
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BITÁCORA  AFRODIASPÓRICA Transitando los temas de la diáspora africana en América Latina y el Caribe.

Mérida Doussou Sekel

Mérida Doussou Sekel, afroargentina, profesora de historia, activista antirracista, miembro de AINALC


foto: Sebastián Pancheri – feminacida.com.ar


¿De dónde somos?
por Mérida Doussou Sekel

      “¿De dónde sos?”   es quizás la pregunta más escuchada en Argentina por las personas que no tenemos rasgos eurodescendientes. Esta pregunta tiene su raíz en la fundación del propio Estado y su ideal discursivo de nación blanca y europea. Algunas investigaciones realizadas a partir de los años 80´s se han encargado de desarmar estos mitos, a través de archivos históricos judiciales, arqueológicos, periódicos de época, los primeros censos, actas de bautismo y nacimiento, imágenes fotográficas, etc. Todos los resultados dan cuenta de que Argentina también es afrodescendiente, observando que lo sucedido fue parte de una política estatal de invisibilización.

Lo que interesa analizar es cómo y de que formas las mujeres afroargentinas, negras (según como se auto perciban) llegan a descubrir / construir su identidad afro teniendo en cuenta la edificación histórica de nuestro país y su ocultamiento de los aportes económicos, culturales y políticos de la población afrodescendiente.

¿De qué manera la invisibilización ha interferido en el auto reconocimiento de las mujeres negras en la actualidad?

De las investigaciones que existen sobre el tema de la mujer negra/ afrodescendiente en Argentina en la actualidad, aún no se ha hecho visible la reflexión de las mujeres negras afrodescendientes de la ciudad de Rosario, -la tercera ciudad más importante del país- en torno a la búsqueda de su identidad, y la relación que ella tiene con el pasado colonial. La observación de las herencias de prejuicios y resistencias que perviven en las mujeres negras argentinas, no es un objetivo en sí mismo, sino que a través de la puesta en voz de las mujeres afroaregentinas, se busca poder aportar a la investigación histórica. En ese proceso desmenuzar la ideología racista que hasta el día de hoy está naturalizada en nuestro país, y condena a las mujeres negras en particular, pero al conjunto de la comunidad afrodescendiente en Argentina a sufrir racismo y como parte de ello sostiene una dificultad para reconocer la propia identidad.

El caso de Analía, mujer afroargentina.

Analía es costurera desde pequeña, tiene sesenta años y vive en la ciudad de Rosario en un barrio de la zona sur. Su historia comienza con una foto. Así es como comienzan muchas historias de mujeres negras argentinas, con el encuentro de una foto vieja en la que se evidencian parientes afrodescendientes. Muchas veces el descubrimiento de la foto es lo que abre la pregunta sobre la identidad, porque es sabido que el discurso de la Argentina blanca ha impreso racismo al interior de las familias y ha producido un ocultamiento del familiar negro.

“Ellos sé que vinieron de un pueblo al norte de Santa Fe, Santo Tomé, y vivían en la orilla del río; dicen que mi abuela (la que se encuentra sentada al lado de la radio en la foto) andaba con todas las cabras. Mi tío, él me dio esta foto, me contó que ella era quien ponía la estaca para que los animales no se vayan, que se manejaba como un hombre por la fuerza que tenía, se llamaba Florenciana”.

El dato que aporta Analía es clave en función de desarmar uno de los mitos sobre la afroargentinidad: las personas de origen africano que trabajaban de manera esclavizada, lo hacían en las ciudades, en nuestro país se habla de una esclavitud urbana. Ahora bien, el primer comentario con el que empieza Analía, el rol de esta mujer negra en el campo nos resulta esencial.

La literatura argentina del siglo XIX hace un aporte a la historia, otorga una visión de cómo era visto y tratado lo afroargentino. A través de autores de la elite, podemos observar su prejuicio, pero también los lugares que habitaban.

Esteban Echeverría en “El Matadero” escrito entre 1838 y 1840, realiza un relato que permite ver no sólo el trabajo de las negras en el campo, sino también cómo eran vistas. Las negras eran las que iban a buscar las achuras al matadero cuando el carnicero descuartizaba al animal. Eran vistas como ladronas, incluso comparadas en el relato del autor con animales. “Multitud de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se desbandaron por la ciudad como tantas otras harpías prontas a devorar cuanto hallaran comible. Las gaviotas y los perros, inseparables rivales suyos en el matadero, emigraban en busca de alimento animal” (Echeverría 1871) Cuando le cuento este pasaje que se relata en El Matadero, Analía dice “pero hasta hace muy poco, yo me acuerdo de chica, que mi papá compraba achuras, muy baratas, yo me crié comiendo achuras”.

Analía no sabe dónde nació su abuela, su tío le dijo que venían de un pueblo cerca de Corrientes, “mi papá es de Corrientes, lo que pasa que ellos cuentan así pero no tienen muy claro, yo le decía a mi tío, decime el origen, pero no lo saben, o lo quisieron tapar, porque para ellos decir vengo de ponele de Brasil, era que lo traten de negro (…) y yo se lo dije, ustedes tienen que decir que son negros, (…) yo te digo que le deje una semillita ahí sembrada (…) nada mejor que decir que uno viene de una historia muy sacrificada, de resistencia total (…)”

Aquí observamos en el relato de Analía, lo plantedo en torno a la herencia de silencio y ocultamiento que implicó e implica el ocultamiento de la historia negra al interior de las familias. Analía posee la foto, pero no tiene registro de dónde podían llegar a venir, las fotos para las personas afroargentinas funcionan como posibilidad de reconstrucción de la memoria silenciada. Analía es completamente consciente de lo que podría haber implicado para el momento histórico, decir y transmitir de qué lugar venían, lo cierto es que en el norte argentino (menciona en su relato a Corrientes), los registros de afrodescendientes, son grandes, de hecho, existe allí hasta el día de hoy el barrio Camba Cuá (cueva de negros en guaraní), barrio de negros, que conserva hasta el día de hoy tradiciones culturales africanas, como el culto a San Baltasar. Esta no es una historia individual, particular, es casi una regla que las personas con antepasados afroargentinos, en general no sepan el conjunto de su historia. Lo cual implica realzar sus voces particulares, como estrategia para hacerle frente a una historia común de ocultamiento estatal.

Analía es madre de cuatro hijes, se ha dedicado toda su vida a la confección de prendas. Es de oficio costurera, y tiene varias experiencias y reflexiones sobre el rubro textil y planea escribirlas para algún día publicarlas.

(…) “¿las costureras quienes fueron? esclavas, al principio, las negras, no solo ellas sino la mujer en sí, el primer ramo más explotado, porque dijeron ay sí telitas, trabajar con telitas, (….) y es un ramo que no se paga [bien] pero es un trabajo arquitectónico, porque vos tenés que trabajar con simetría, con asimetría, con un montón de cosas, con volumen, alto, ancho, es un trabajo arquitectónico y al arquitecto le pagan fortuna, y a la costurera nada, ahí es donde yo quiero apuntar con lo que quiero escribir”.

Este relato de Analía coincide con lo que Lea Geler, en su libro “Andares negros, Caminos blancos” plantea sobre el trabajo de las afroporteñas. Tenían relevancia las labores de partera y de costurera, visibles a través de los numerosos avisos publicados que dejaban intuir una elevada cantidad de trabajo por cuenta propia dentro del sector femenino. (…) los pequeños talleres textiles, que formaban una incipiente red industrial urbana, parecían ser también uno de los lugares donde más trabajaban las afroporteñas. (Geler, 2010:173) Es decir que también aquí hay un diálogo con el pasado, una herencia, con respecto a las tareas laborales.

El relato de Analía sigue, y abre a cada palabra más posibilidades de desarmar mitos. Desde mi óptica, siendo también mujer afrodescendiente, el trabajo de investigar nuestra propia historia y luego difundirla, es un intento de ubicarnos como sujetos históricos, a contramano de la idea de ser objeto de estudio. Nuestras voces son posibilidades de barrer prejuicios y recuperar identidades. Mostrarnos desde nuestras propias voces, transformando, al decir de Audre Lorde, el silencio en acción.

Como dijo la escritora bell hooks“(…) nosotras aprendemos que no tenemos poder para definir nuestra propia realidad o para transformar las estructuras opresivas. Nosotras aprendemos a buscar en aquellas capacitadas por los sistemas de dominación, que nos hieren y nos dañan, buscamos ser liberadas y nunca lo hayamos. Para nosotras, es necesario hacer el trabajo por nosotras mismas si queremos conocer más acerca de nuestra experiencia, si queremos ver esa experiencia desde perspectivas no conformadas por la dominación.”

Bitácora Afrodiaspórica