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Asociación de Investigadores/as AfroLatinoamericanos/as y del Caribe |
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Denise Braz
Denise Braz es Magíster en Antropología Social por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Afrobrasileña, nacida en Minas Gerais, actualmente cursa estudios en el PhD del Lozano Long Institute of Latin American Studies de Universidad del Texas en Austin, Estados Unidos. |
Aún motivada por el marco del día 25 de Julio, día de la mujer negra, afro-latina americana y caribeña, estuve pensando sobre las muchas áreas de bases labores en las cuales mujeres negras actúan, destaco el trabajo doméstico como uno de los pilares que sostiene esas bases. Senzala era un espacio, en general afuera de la casa grande, en donde se mantenían encarcelados los esclavizados durante la esclavitud. En la bibliografía que seleccioné, los autores cuestionan la división del trabajo doméstico asociada con lo femenino, con una característica propia y natural de las mujeres
De esa manera, socialmente se entiende que es la mujer la adecuada para realizar el trabajo relacionado con el cuidado, mantenimiento y administración del hogar; así se construye una idea socio-cultural de trabajo de mujeres y trabajo de hombres (Teixeira 2021, Acciari 2019, Almeida 2019, Blackett 2019, Soto 2017, Perrine 2013 y Roncador 2003). Esta construcción social que vincula el trabajo doméstico al cuerpo femenino ha contribuido a que la profesión esté muy infravalorada. Sin embargo, sería muy simplista pensar en el trabajo doméstico a partir de una idea de división de trabajo por género, siendo este desarrollado de manera remunerada o no.
Teixeira (2021) plantea que el trabajo doméstico en las regiones colonizadas tiene sus raíces en el periodo colonial. El trabajo de la esclavizada doméstica incluía: la limpieza de la casa y de la ropa, la cocina, el cuidado de los hijos de los colonizadores, la costura y el trabajo de esclava sexual. Cuando la esclavitud llegó a su fin, sin opciones de lugares a los que ir y sobrevivir, muchas de estas mujeres siguieron realizando el servicio doméstico a cambio de comida y un lugar donde dormir.
El final de la esclavitud puso a la población negra en una condición de extrema negligencia y desamparo por parte de las autoridades, y eso aumentó la desvalorización, las opresiones, las explotaciones y mantuvo las subalternidades; además de los niveles altos de precariedades laboral y de vulnerabilidad del cuerpo negro hasta en los tiempos actuales como destaca Teixeira (2021). No podemos olvidarnos que el cuarto de la empleada fue un espacio que pasó a hacer parte de la arquitectura interna de las casas de la clase media y alta. Un entorno sin ventilación, pequeño y amenudo insalubre -en condiciones muy similares, si no iguales, a la esclavitud- donde la trabajadora debe pasar la noche (Teixeira 2021, Acciari 2019, Soto 2017, Perrine 2013 y Roncador 2007).
El trabajo doméstico compone el extenso listado de las jerarquías laborales surgidas entre la pos colonialidad y la modernidad a partir de una dimensión interseccional entre raza, género y clase como sus principales pilares. Estos matices interseccionales dirán mucho sobre las opresiones de las trabajadoras domésticas en la región Sudamericana. El concepto de interseccionalidad acuñado por Kimberlé Crenshaw (1991) considera que una persona puede ser oprimida por varias opresiones al mismo tiempo y el mantenimiento de estas opresiones es lo que mantiene la relación de desigualdad y dependencia del sistema capitalista.
En otras palabras, si el sistema capitalista no rompe con las estructuras del colonialismo, las relaciones de poder jerárquicas entre opresores y oprimidos se presentan también en las relaciones laborales. De esta manera, es importante darse cuenta de que, aunque el género es un factor de exclusión, el factor raza, sumado a la clase, aumenta las opresiones de cuerpos de mujeres negras en el trabajo doméstico debido a su origen colonial presente en el capitalismo.
Y las estadísticas sobre el trabajo doméstico en América Latina y el Caribe revelan, que el número de trabajadores domésticos en la región es elevado. Como muestran los relatores de ONU Mujeres Cossani, Patricia y Salvador Soledad (2020), en el estudio realizado por la OIT con datos del Panorama Laboral de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe (2018) revela que 18 millones de personas se dedican al trabajo doméstico en la región, el 93% de este porcentaje son mujeres, y los países que más recurren al trabajo doméstico son: Brasil con el 14,4%, Paraguay con el 17,2% y Argentina con el 16,6%.
La situación de las trabajadoras domésticas empeoró aún más con la llegada de la pandemia, las irregularidades y abusos con las trabajadoras es algo que ha preocupado a organizaciones internacionales como ONU Mujeres y a los sindicatos de trabajadores de la región. Cabe mencionar que la primera víctima del COVID-19 en Brasil fue precisamente una trabajadora doméstica, Cleonice Gonçalves, de 63 años, que fue infectada por los dueños de la casa nada más regresar de un viaje a Italia.
A pesar de que las trabajadoras domésticas de la región vienen luchando por mejoras, no pueden garantizar el cumplimiento de las leyes porque en la región, durante la pandemia, se ha producido una flexibilización de los contratos y una disminución del salario mensual, lo que ha generado negociaciones entre empleador y empleada que, obviamente, mantendrán el orden jerárquico de la opresión sexual y racial, como presenta Teixeira (2021).
No existe suficiente material que analice y compare la condición de los trabajadores domésticos en la región sudamericana durante esta pandemia. Es por ello que considero importante que más investigadores se debrucen a demostrar cómo la flexibilización de la jornada laboral de las trabajadoras del hogar ha infringido muchas leyes laborales. En Brasil, por ejemplo, la reforma laboral realizada en 2017 ha afectado la Propuesta de Enmienda Constitucional 72/2013, conocida como el PEC de las domésticas, lo que dejó a las trabajadoras domésticas totalmente desatendidas durante la Pandemia.
Las trabajadoras se vieron impedidas de cumplir todas las recomendaciones de cuidado y prevención de la Organización Mundial de la Salud, bajo el argumento de que el trabajo doméstico era un trabajo esencial para una determinada clase social privilegiada. Muchas mujeres por ejemplo no pudieron hacer el Lockdown (confinamiento) en sus hogares, las necropolíticas del estado pusieron en riesgo la vida de miles de trabajadoras, así como la de sus familias y su entorno. Los ingresos familiares de emergencia fueron tardíos en la región y por pocos meses, especialmente si consideramos que la pandemia no ha terminado definitivamente y que en más de dos años de lucha contra la COVID-19 las desigualdades han aumentado considerablemente. ¿Cuántos cuerpos negros más tienen que morir en favor del mantenimiento de los caprichos de las clases más altas y de los cuerpos más blancos?