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Asociación de Investigadores/as AfroLatinoamericanos/as y del Caribe |
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África, cuna de civilizaciones, es también madre de una rica y fecunda tradición musical. Desde tiempos inmemoriales, las comunidades africanas han utilizado la música y el baile como una expresión de la cultura, la vida y la identidad de sus pueblos. El legado musical africano es el origen de muchísimos ritmos y ha sido y sigue siendo una inagotable fuente de inspiración. Los recursos musicales africanos se apoyan en una amplia variedad de instrumentos los que, durante siglos, se han utilizado para crear patrones rítmicos ricos y complejos: desde la polirritmia de los tambores como el “Djembe” o el “Balafón”, los cordófonos como la “Kora” y el “Nguni” y los instrumentos de cuerda y de viento hasta las maracas como las “Kashakas” y los “Gonkoques” y los xilófonos como la “Mbira”. Desde el comienzo de la trata transatlántica los africanos esclavizados que llegaron a América no solo trajeron su trabajo, también trajeron su cultura y su música. Muchos de ellos sabian fabricar tambores y dominaban el arte de la percusión pero el sistema colonial, en su crueldad, buscó de privar a los esclavizados de toda conexión con su identidad o su cultura. A principios del siglo XVII, se emitió una prohibición pública sobre el uso de tambores. Con la excusa de considerarlos “instrumentos paganos”, sumada al temor a que pudieran servir como medio de comunicación en rebeliones y levantamientos, se prohibió tanto el uso como la posesión de tambores de cualquier tipo.
Esta medida en un principio se aplicó de facto y luego se hizo oficial por ley. La prohibición tambien buscaba evitar que se ejecute el panalivio, un tipo de canción y danza que, en lamentos, expresa su sufrimiento y sus penas.(Baena Gutiérrez,2012)(1). En su estudio Del cajón peruano al cajón flamenco la investigadora Elena Guerrero García explica que:
“Por considerarlos paganos el uso de tambores fue prohibido por la Iglesia Católica y también por edicto del Rey para todo el Virreinato del Perú … Todo tambor hallado era quemado. La historia de Perú nos indica que hacia 1813 desaparece toda referencia al tambor en documentos virreinales y es por 1850 que se tienen las primeras señas del cajón como instrumento musical.”(2)
Una verdad que va más allá de la música
El músico y escritor estadounidense John Sullivan reflexiona sobre sentido y las implicancias de estas prohibiciones cuando dice:
“La prohibición de los tambores en 1740 nos habla de historias y … y contiene una verdad más profunda que la musicológica, una verdad que tiene que ver con la esclavitud misma y con la herencia cultural afroamericana. A estas gentes se les quitó mucho y se les negó mucho, casi todo, pero su respuesta fue creativa y transformadora: no se rindieron.”(3)
Es sorprendente como, con la abolición de la esclavitud, la prohibición no cesó. Por el contrario, en muchos casos recrudeció. Por ejemplo, en Cuba la prohibición del uso de tambores continuó vigente hasta la constitución de 1940 y las autoridades la siguieron aplicando algunos años más. Como muy bien lo expresa IBIENE:
“Incluso después de la abolición de la esclavitud, los tambores no estaban permitidos. En todo el Caribe distintas leyes posteriores continuaron garantizando que todo lo que estuviera asociado con África, continuarían estando fuera de la ley, especialmente aquellas cosas que pudieran alentar a los negros a congregarse en espacios alejados de los ojos o del control de los blancos, seguirían estando prohibidas y consideradas malignas.”(4)
Nace el cajón afroperuano
En su búsqueda y su lucha por expresarse los africanos esclavizados recurrieron a todo tipo de elementos cotidianos. En los cajones de madera, usados para transportar mercaderías, vieron un gran instrumento de percusión que pronto comenzaron a emplear en reuniones, celebraciones, acontecimientos y manifestaciones artísticas de todo tipo. Era una manera de alzar su voz de protesta. Los ritmos eran acompañados con distintos utensilios caseros. Al no contener una membrana, al no llevar cuero, lograban pasar desapercibidos.
Esto se enmarca dentro la lucha por mantener su cultura viva. En palabras de la geógrafa y escritora Michelle Guillon:
“La música han sido testigo de luchas y revueltas … del suplicio de la esclavitud y de la búsqueda de autonomía … Todas estas luchas han dejado una huella cultural que atravesaron y traspasaron su tiempo. Es decir, la música y sus canciones surgen dentro del marco de la resistencia.”(5)
Así nace el “cajón afroperuano”. A lo largo de los años este instrumento experimentó sucesivas transformaciones. En el siglo XX Porfirio Vásquez (1902-1971), músico afroperuano que reivindicó las expresiones de las diversas etnias negras asentadas en el Perú, se ocupó del cajón. Especificó las dimensiones con las que hoy lo conocemos, junto con las del característico agujero redondo que tiene en uno de sus lados. Según nos cuentan los investigadores Chocano y Rospigliosi: “La forma del cajón finalmente se estandariza hacia 1970, en buena medida por obra de Nicomedes Santa Cruz, quien determinó que las dimensiones adecuadas son de 30 centímetros de ancho por 50 de alto y 25 de profundidad.”(6) Este rediseño facilitó la adopción del cajón por parte de otros géneros musicales.
Los cajoneadores: son convocados … pero no reconocidos
El escritor, investigador y periodista peruano Marco Aurelio Denegri en su libro Cajonística y vallejística refiere a esa etapa de la evolución del instrumento y relata que: “El cajón estaba fuertemente asociado con la negritud. Era un realzador de las fiestas. Conectaba con la forma cinética y la sensualidad del movimiento afroperuano” Pero también recuerda que cuando grupos y orquestas comienzan a incorporar al cajón, en un principio, no le daban el debido reconocimiento a los cajoneadores ni se hacía expresa mención de su presencia. Al respecto Denegri nos dice: En los testimonios antiguos, al cajón se lo percibía como algo primitivo. Tal vez por eso aún no se le daba un reconocimiento expreso. Hubo que esperar hasta mediados del siglo XX para que la presencia los cajoneadores sea cabalmente registrada y apreciada”. (6)
Patrimonio Cultural de la Nación.
En la actualidad el arte de los cajoneadores está cabal y ampliamente reconocido. El cajón peruano se estudia y enseña en academias de música de todo el mundo. Además, ha sido adoptado por múltiples y diversos géneros musicales, que van desde el tango hasta el rock, desde el jazz hasta el flamenco. Tal es la flexibilidad de este instrumento. En el año 2001 Perú lo reconoce oficialmente como Patrimonio Cultural de la Nación. Su gran aceptación ha sobrevivido épocas y traspasado fronteras y hoy es uno de los instrumentos más representativos de la música afroperuana y afroamericana.
Anny Ocoró Loango