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Anny Ocoró Loango
Anny Ocoró Loango es Doctora en Ciencias Sociales e investigadora de FLACSO Argentina y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). |
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia cerró con el triunfo del Pacto Histórico, la fuerza política que gobernará los próximos cuatro años (2022-26). En las calles populares, campesinas, negras, e indígenas, se escuchaba con fuerza a un pueblo deseoso de vivir en una sociedad menos injusta, un pueblo empoderado, comprometido y convencido de su importante papel histórico.
El Pacto Histórico logró la victoria en medio de una feroz guerra mediática, judicial y política, y del permanente acecho de fraude que nos mantuvo en vilo hasta el anuncio final de los resultados. En esta elección perdió el uribismo. Perdieron las viejas maquinarias que siempre han gobernado el país. Perdieron las mafias. Perdió la genocida política militar que, desde principios del presente siglo, se implementó como salida al conflicto social y armado que aqueja al país. Perdió la rancia derecha que a toda costa intentó promover a un candidato con escaso conocimiento del estado, supuesto adalid de la lucha anticorrupción que, paradójicamente, está procesado por ese delito. Un candidato cuyo comportamiento expresa y sintetiza las prácticas mafiosas, utilitaristas, misóginas y violentas que están enquistadas en nuestra sociedad.
Rodolfo Hernández fue la salida que la derecha buscó en la segunda vuelta para ganar la elección, partiendo de su convicción de que el pueblo colombiano es fácilmente manipulable, y no tiene conciencia ni lectura política. Dentro del caudal electoral de este candidato se agruparon diversos electores/as. Por un lado, están aquellos que se entusiasmaron con el hecho de que este no provenía de los partidos políticos tradicionales, vale decir un hombre de negocios que, dada su privilegiada condición económica, supuestamente cuidaría del erario público. Por otro lado, se encuentran los que canalizaron su deseo de cambio a través de este personaje por el miedo que los medios de comunicación crearon hacia Gustavo Petro. Tambien quienes por ingenuidad sólo vieron la punta del iceberg, sin reconocer en ese candidato la continuidad del status quo. Finalmente, se puede mencionar a aquellos que, como consecuencia de tantos años de violencia política, cultural y de género, han naturalizado muchas de las prácticas abusivas de dicho candidato, al punto de que no se ruborizaban al escucharlo. Al mismo tiempo, en esta segunda vuelta toda la derecha cerró filas para impulsar la campaña de Rodolfo. Basta con observar el mapa electoral para percibir como el resultado obtenido por este candidato se concentró fundamentalmente en el centro del país, donde están los departamentos con mayor desarrollo económico y los sectores más privilegiados. Sin embargo, ni con toda su maquinaria electoral pudieron apagar la esperanza de cambio que nació en Colombia.
Las grandes mayorías populares acompañaron al Pacto Histórico. Aquel país castigado por la violencia, el racismo, el ninguneo político y la corrupción, salió decididamente a respaldar esta propuesta de cambio. El camino trazado por el Pacto Histórico fue tan decisivo que logró convocar a los jóvenes, a las mujeres, a los campesinos, a las poblaciones indígenas y negras, quienes se pusieron al hombro la salida victoriosa de la campaña. Este es un triunfo para reivindicar a las víctimas del conflicto social y armado, a los jóvenes asesinados y desaparecidos en el último estallido social, y a todos aquellos que sembraron las semillas del cambio a costa del despojo y la muerte. Este será un gobierno de la esperanza que, como bien dijo Petro, emerge de “la sumatoria de resistencias”, de “un pasado de luchas y rebeldías contra la injusticia”.
La presencia de Francia Márquez, mujer negra de origen popular, fue decisiva para convocar el apoyo de los departamentos que han sufrido los devastadores efectos de políticas neoliberales y genocidas. Francia nos enorgullece no sólo por ser la primera vicepresidenta afrodescendiente en la historia del país, sino por todo lo que ella representa. Enorgullece a todos/as los/as que resisten y luchan, a quienes no abandonan nunca el lugar de lucha y de resistencia como, en alguna oportunidad, lo expresó nuestra querida maestra y lider afrobrasileña Nilma Lino Gomes.
Esta victoria es histórica. En un país en el que siempre gobernó la derecha, pocos creíamos en las posibilidades reales de que un gobierno de izquierda llegara a la Casa de Nariño. Este gobierno tiene una enorme legitimidad social e histórica que antecede al resultado electoral de ayer, pero que tendrá que saber cuidar y administrar. El Pacto Histórico porta las banderas de los y las que nacieron, lucharon y murieron en la horrible noche que aún no ha cesado. Esta fuerza hoy tiene el deber de lograr que la esperanza de una Colombia distinta pueda ganar espacio político, social y cultural en el conjunto de la sociedad. Colombia requiere de profundos cambios que involucren a todos los sectores. Hoy, por la vía electoral, se ha dado un paso importante que representa un triunfo histórico, una bocanada de aire fresco no sólo para nuestro país, sino también para nuestro sur, el sur de nuestra Améfrica como lo expresara Lélia Gonzalez.