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Asociación de Investigadores/as AfroLatinoamericanos/as y del Caribe
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BITÁCORA  AFRODIASPÓRICA Transitando los temas de la diáspora africana en América Latina y el Caribe.

Jorge Garcia Rincón

Jorge Enrique García Rincón es Licenciado en Filosofía, Especialista en Educación y Desarrollo Humano, Doctor en Ciencias de la Educación y docente investigador adscripto al Centro de Memorias Étnicas de la Universidad del Cauca. Es miembro de la Asociación Brasilera de pesquizadores negros (ABPN) y de la Asociación de Investigadores Negros y Negras de América Latina y el Caribe (AINALC).


Colombia despega: verdad, vida sabrosa y transformación política
por Jorge Garcia Rincón
Colombia despega: verdad, vida sabrosa y transformación política.

Hace un poco más de 200 años que la República de Colombia viene siendo manejada por elites blancas con altísimos privilegios políticos, sociales y económicos. Durante todo ese tiempo, dichas elites han ideado distintas estrategias para evitar que el poder llegue a manos de sectores sociales con ideologías diferentes. Pese a las guerras intestinas como la guerra de los mil días, las guerras del siglo XIX y gran parte del XX, conocidas como la patria boba, o la guerra civil bipartidista de los años cuarenta entre otros episodios, siempre hubo acuerdo entre liberales y conservadores para atenuar los problemas internos distribuyéndose "equitativamente" el poder. Uno de esos acuerdos fue precisamente el famoso Frente Nacional que algunos académicos ven como un acuerdo de paz. Por supuesto que lo es pero restringido a la función de consolidar el dominio de la blanquedad 1 sobre el Estado. El frente nacional que niega la participación política de todos los demás sectores sociales del país es justamente detonante de los conflictos políticos armados de la segunda mitad del siglo XX. Es en este periodo precisamente donde nacen las guerrillas más fuertes en Colombia.

Para frenar las aspiraciones populares al poder, el frente nacional creo el fantasma del enemigo interno siguiendo la doctrina de la seguridad nacional importada de los Estados Unidos Todo intento de oposición era reprimido por la fuerza, bajo la voluntad de exterminio. Hacia principios de la década de los 70 nace el M-19 guerrilla nacionalista de donde viene el actual presidente electo Gustavo Petro. Esta guerrilla emerge por oposición al Frente Nacional que le robó las elecciones al general Gustavo Rojas Pinilla para darle el poder a los conservadores a manos de Carlos Lleras Restrepo presidente liberal.

Más allá de este contexto de los años 60 y 70, es preciso ver el conflicto colombiano desde una temporalidad más larga, desde cuando se acuñó en la mentalidad social el racismo más descarnado contra negros, indígenas y campesinos. Racismo centrado en la idea del desprecio, la exclusión y la deshumanización de pueblos y culturas que no representan nada para el poder. Por el contrario, son considerados “malas razas” hasta bien entrado el siglo XX después de siglos de esclavización, colonización e ignominia. En mi modo de ver, el racismo como política de estado es una de las dimensiones sistémicas y primigenias del conflicto colombiano. Lo que equivale a decir que, como continuidad del modelo colonial, los negros e indígenas, fueron arrojados al peor de los mundos, invadiendo sus territorios, masacrando su población, utilizando sus cuerpos, insultando sus creencias, despojándolos de sus bienes, desestructurando sus tradiciones y marcando las pieles de sus mujeres como botín de guerra.

A juzgar por los rebrotes racistas generados en la candidatura de Francia Márquez a la vicepresidencia de la república, podríamos decir con certeza que en el caso colombiano funciona muy bien el racismo internalizado y solapado que sale a flote en el momento que se necesita. Es un racismo histórico-colonial que se reproduce como mentalidad social que se hizo muy evidente en las practicas de la guerra en los contextos de los pueblos étnicos.

No obstante, estas verdades, en los últimos tiempos el país ha experimentado una transformación en su mentalidad política que no viene precisamente de las elites blancas que han usurpado los derechos del pueblo. Viene del cansancio histórico de las grandes masas de colombianos empobrecidos por las políticas de la guerra y las políticas del saqueo de los vienes públicos. Viene de la inconformidad de los negros, de los indígenas, campesinos y de un sin numero de sectores populares y movimientos sociales de mujeres, de jóvenes de población LGTBI y en fin de las gentes racializadas y discriminadas a lo largo de la historia y de la geografía colombiana. Justamente de esos territorios del hambre, de las periferias o zonas de colonización, evangelización, de misiones2, hoy también llamadas zonas de conflicto o zonas rojas, de estos lugares habitados por los que Francia Márquez nombra como los nadies y las nadies es de donde proceden las construcciones de nuevas ideas, representaciones y percepciones sobre el país. Son también los que esperan vivir sabroso, sin miedo y regocijados en paz territorial. Es justo decir también que una capa de intelectuales alternativos de todos los colores ha pujado fuerte para que se haga efectiva la transformación social y política.

En esta coyuntura social y política donde se ha derrotado a la extrema derecha con toda su estructura de poder y los controles sociales en sus manos, el progresismo de Petro y el discurso reivindicativo étnico-racial de Francia Márquez han derrotado también el determinismo histórico y el mito de lo imposible. Si, el mito que da por cierta la inconveniencia de la izquierda como posibilidad de gobierno en el marco de un “orden democrático” de los más antiguos de América Latina. Pero ¿a qué se le llama "democracia" en Colombia, si para combatir las posturas políticas de la oposición no se usan ideas sino balas? Esa "democracia de la elite" que no admite criticas nunca imaginó la presencia negra en el poder aduciendo la ignorancia de estos pueblos que en realidad no existen en cuanto actores políticos de alto nivel. Romper el mito de lo imposible es romper el mito de la modernidad3 supuestamente infranqueable. Ruptura epistémica que abre muchos caminos para el futuro de los sectores populares del país. Se han derribado los ídolos, los nadies provocaron su crepúsculo en sentido nietzscheano4, la crítica del tiempo 5 fue inflexible, fue trabajada en la praxis social, no fue un discurso, el estallido social es resultado inequívoco de un trabajo laborioso de muchos años donde el discurso se funde con la acción; por ahora y por lo menos por los cuatro años siguientes los apellidos de abolengo no harán más que llorar su ineficacia; esta crítica practica del tiempo ha desvanecido el velo sacralizado del poder.

A este proceso de cambio de mentalidad, largo pero seguro, se le suma el acuerdo de paz de 2016 entre el gobierno y la guerrilla de las Farc. En dicho acuerdo el punto 5 se constituye en un escenario ideal para continuar las reflexiones sobre la necesidad de transformar el país. Mas que un embeleco, como lo hacen ver algunos sectores de la clase de los privilegios, la justicia transicional representa una herramienta efectiva en clave de movilización de pensamiento y el fortalecimiento organizacional de la sociedad colombiana en torno a sus demandas de derechos. Sin embargo, el sistema deberá ser complementado con la justicia restaurativa que devolverá a los pueblos la dignidad arrebatada por siglos y también por la justicia distributiva que apunte hacia la equidad social en el país.

El sistema integral para la paz del que estamos hablando se conforma por tres entidades con funciones distintas, pero con un propósito común: la verdad. Mientras la JEP (jurisdicción especial para la paz) busca la verdad desde una perspectiva jurídica que juzga a los responsables del conflicto, la UBPD (unidad de búsqueda de personas dadas por desaparecidas en el marco del conflicto) busca una verdad humanitaria que entrega alivio a las familias que perdieron sus familiares guardando aun la esperanza de encontrarlos vivos. La Comisión de la verdad, en cambio, busca verdades históricas, causas y explicaciones del conflicto colombiano.

La Comisión de la Verdad recientemente entregó al país el informe final. Este ha tenido buenos comentarios, pero ante todo fuertes críticas. Y puede que algunos comentaristas tengan razón en términos de develar la línea religiosa de Francisco De Roux como línea de la Comisión6 . Siendo un sacerdote en su calidad de presidente de la entidad no es extraño que su discurso tenga un énfasis conciliador y constituya también una invitación para la unidad y reconciliación del país. En mi modo de ver esa es una critica sin mucho sustento que busca ponerle talanquera a las verdades de la Comisión. Tengo para mi que lo de fondo es la reacción frente al informe de sectores políticos comprometidos con la guerra que han saltado a la palestra publica con criticas mordaces, aduciendo que se trata de un documento como mucho sesgo hacia la izquierda y que no cuenta en realidad las verdades que Colombia necesita conocer. Es obvio también que los implicados se pronuncien de esa manera; en un país donde la verdad es un parto muy doloroso, en donde los responsables intelectuales se niegan a reconocer su participación y en donde nunca se asume responsabilidad política por parte de quienes dominan el Estado, no es posible esperar mas que gritos desesperados por las verdades del pueblo que los atormenta.

El hecho que en el acto de entrega del informe no apareciera el presidente actual sino el presidente electo y su vicepresidenta es una imagen reveladora de esperanzas para el país. El compromiso del presidente Petro de hacer efectivas las recomendaciones de la Comisión es una bofetada al negacionismo o lo que se conoce de forma metonímica como “uribismo” para nombrar la franja de extrema derecha de la política en Colombia.

El estallido social que sacudió al país en abril y mayo de 2021, es considerado por algunos críticos como resultado de la polarización política del país o como la confluencia de dos procesos: una gran crisis social y una crisis política e institucional, resultado de una progresiva perdida de legitimidad del ejercicio del poder por parte del Estado7 . Al respecto creo que no existe polarización política en Colombia, lo mas probable es que se trate de una artimaña para ocultar los problemas sociales históricos que al atribuirlos a la disputa política terminan invisibilizados. Tiene más peso y más éxito para la gran prensa y para algunos sectores académicos y políticos centrar las tensiones del país sobre nombres concretos y sobre tendencias políticas rivales. Como explicar que las rivalidades políticas producen un aumento sustancial de los índices de pobreza, mientras que la economía nacional figura como una de las mas estables de la región. Todo parece indicar que el discurso de la polarización tiene propósitos de ocultamiento de verdades de muerte. En mi modo de ver, estos planteamientos, buscan distraer la atención de grandes públicos sobre la estructura desigual sobre la que se ha movido el país durante toda su historia. La única polarización posible es aquella que enfrenta a los nadies y las nadies con el alto poder político y empresarial que empobrece y esclaviza a perpetuidad a las masas variopintas de los colombianos.

Por las mismas razones, creo en la inexistencia de una crisis institucional y de una perdida de legitimidad del estado. Aquí las preguntas claves serian: ¿en qué momento de la historia de Colombia el poder institucional estuvo alineado con los intereses y necesidades del pueblo como para hablar ahora de una crisis? ¿En algún periodo el estado ha sido legítimo, teniendo en cuenta los absurdos niveles de desigualdad sociales desde sus comienzos?

Jorge Garcia Rincón
Isla de Tumaco 3 de julio de 2022


1 Apple Michael. Educación, identidad y papas fritas baratas, en Cultura, política y currículo: ensayos sobre la crisis de la escuela pública. Pablo Gentile compilador. Buenos Aires. Editorial Lozada S.A. p. 26. 1997
2 Serje, Margarita. El revés de la nación. Bogotá. Universidad de los Andes. 2011
3 Dussel, E. (1994). El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. Quito: Ed. Abya-Yala.
4 Nietzsche, F. Crepúsculo de los ídolos. Madrid. Alianza editorial. 1984.
5 Mbembe, Achille. Critica de la razón negra. Buenos Aires. Futuro anterior Ediciones. 2016.
6 Loingsigh, G. La Comisión de la verdad y sus verdades. Prensa. El Salmon.com.co jueves 30 de junio -2022
7 Valencia, Alberto. ¿Qué está pasando en Colombia? Poder, legitimidad y crisis social. En: Pensar la resistencia. Cali. Universidad del Valle 2021.

 

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